miércoles, 30 de septiembre de 2009

El género y la educación para la sexualidad MEXICO

Parte I


Salvador M. Camacho
Médico Cirujano, especialista en Neuropsicología. UIC.
Especialista en sensibilización y manejo de grupos
Maestro en sexología  por el Instituto Mexicano de enseñanza superior
e investigación sexológica, IMESEX, AC.
Profesor investigador UAEH-EST
E-mail: salvadorcamacho7024@yahoo.es


CIUDAD DE MEXICO, 28709/2009 (Salvador M. Camacho / Enkidu Magazine): De manera simplificada, el género es una construcción simbólica que estereotipa, reglamenta y condiciona la conducta tanto objetiva como subjetiva de los individuos. Mediante la constitución de género, la sociedad clasifica, nombra, produce las ideas dominantes de lo que deben ser y actuar los hombres y las mujeres. Lo que se supone deben parecer y tener como "propio" o "adecuado" de cada genero. Y esta construcción cultural o simbólica alude a la relación entre los géneros. Por tanto, referirse a cuestiones de género, no es hablar de cuestiones de mujeres, sino de feminidad y de masculinidad. Es erróneo sustituir sexo por género.


El sexo está en referencia a lo biológico, el género a lo construido socialmente, a lo cultural, a lo simbólico, y a las interacciones que éstas referencias determinan. (Lagarde 1990).


En México se presenta una controversia, que viene de épocas anteriores, respecto a la llamada “educación sexual” en el ámbito escolar. Grupos altamente conservadores sostienen que el hogar es el único sitio en el que puede y debe impartirse esta educación. Por otra parte, otros grupos con mayor apertura consideran que la educación de la sexualidad es fundamental para diversos aspectos de la salud de los/as mexicanos/as, pues se convierte en una actitud preventiva de muy diversos problemas de salud, que van desde las infecciones de transmisión sexual, las disfunciones sexuales y los problemas de pareja, hasta las violaciones, los abusos sexuales a infantes, y los aspectos nocivos de los estereotipos de género, entre otros.
La educación de la sexualidad impartida profesionalmente no interfiere con los valores familiares y, fundamentalmente, propicia valores como el respeto, la responsabilidad, el amor y la tolerancia. (Medeira, 2005).


El género es una de esas influencias; es decir, expectativas acerca de que las mujeres y los hombres, los niños y las niñas han de comportarse de maneras diferentes. Pueden enfrentarse a violencia y discriminación quienes no encajan en el molde, como los hombres que no son machistas, las madres solteras, las mujeres que expresan abiertamente sus deseos sexuales o tienen relaciones sexuales sin estar casadas, las personas transgénero y aquéllas con parejas de su mismo sexo.


Si bien las reglas en torno a lo que es aceptable o no varían dependiendo del contexto, en numerosos lugares se ejerce una enorme presión para contraer matrimonio, en ocasiones uno forzado y precoz. Otras expresiones, como lesbianas, gays, bisexuales, travestis y transgénero (LGBTTT), son desalentadas por el estigma social y a veces por penas legales. Parte de ser lo que se considera que es un ‘verdadero hombre’ o una ‘verdadera mujer’ consiste en apegarse a los estereotipos (sin ninguna ambigüedad de género ni posibilidad de ser transgénero) y expresar deseos sólo hacia personas del sexo ‘opuesto’ o tener relaciones sexuales únicamente con éstas.


El enriquecimiento de la perspectiva de género se ha dado como un proceso abierto de creación teórico-metodológica, de construcción de conocimientos e interpretaciones y prácticas sociales y políticas. (Lagarde 1990).


El hecho de considerar o partir de que hay sólo una masculinidad en singular, nos impide generalmente darnos cuenta de la variedad y gran riqueza de la experiencia de la masculinidad, ya que cuando uno cae en esta posición de señalar que sólo hay una forma de masculinidad se corre el riesgo de volverse fundamentalista y por lo tanto, caer en la intolerancia. En contraparte, Cuando todas las mujeres tengan igualdad de derechos y una situación de respeto a su condición de género, no tendremos que estar realizando mesas redondas, campañas educativas, de difusión, análisis del marco jurídico y otras actividades encaminadas a lograr la equidad, que pueden englobarse como feminismo.


Si logramos que la educación para la Sexualidad y género en la enseñanza  superior vaya más allá de lo académico y tome como referencia los problemas reales de la vida cotidiana y la práctica profesional para conocerlos, reflexionar y enriquecerlos, innegablemente se estará ejerciendo un efecto positivo sobre la vida de los educandos y demostrará a su vez las posibilidades de mejorar la vida de hombres y mujeres.


REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:

·          García, P, (2005), “Género, educación y política pública”, en La Ventana. Revista de estudios de género.  Núm. 21, vol. III. México, Universidad de Guadalajara, Julio, pp. 70-89.
·          Madeira, Luz. (2005), “Investigación del currículo oculto en la educación superior: alternativa para superar el sexismo en la escuela”, en La Ventana. Revista de estudios de género.  Núm. 21, vol. III. México, Universidad de Guadalajara, pp. 187-227.
·          Burin, M. (1999),“Ámbito familiar y construcción del género”, en Género y familia. Poder, amor y sexualidad en la construcción de la subjetividad. Mabel Burin e Irene Meler. Argentina. Paidós Psicología Profunda, pp. 71-86.


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